¿Para el mercado o desde el cuidado?
Hoy tenemos una Mesoamérica con más mujeres en el mercado de trabajo pero en empleos precarios, habitando en el sector informal de la economía; maquiladas y maquilando sus vidas...Luego de quince años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, vivimos en una Mesoamérica con persistentes brechas en la participación política de las mujeres, pero también con millones de mujeres con una carga global de trabajo cada vez mayor y experimentando cotidianamentelas consecuencias de brechas en el campo económico, que no sólo no se reducen sino que se ensanchan.
Estas reflexiones recogen también las preocupaciones, sueños y anhelos compartidos en espacios del movimiento de mujeres y feminista como las Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna.
... Una sospecha y una intuición se han venido instalando en muchos de los espacios del movimiento de mujeres y feminista en Mesoamérica y especialmente en las Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna, en el sentido de que el neoliberalismo y el patriarcado se nutren de manera viciosa en este momento de nuestra historia, en gran medida del trabajo remunerado de las mujeres y de su inserción al mercado de trabajo.
Esto sucede desde lo que la economía política llamaría la extracción de plusvalía que sufren la mayoría de trabajadores. Pero hoy sabemos que la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo se alimenta también de otras formas de expropiación del trabajo, derivadas de la condición de género de las mujeres.
Ya muchas investigaciones han demostrado que por ejemplo, las mujeres somos mucho más vulnerables ante las medidas de flexibilización laboral, aceptamos empleos que nunca aceptarían los hombres y tendemos más a colocarnos en el sector informal de la economía. La expectativa de la conciliación entre vida familiar y laboral sigue siendo un perverso mecanismo de expropiación del trabajo de las mujeres en todos los ámbitos de la vida personal y social.
Pero también reafirmamos la certeza de que el capitalismo neoliberal y el patriarcado se nutren ambos del sustento estructural que recibe el capitalismo en su fase neoliberal, del trabajo no remunerado de las mujeres en la esfera doméstica, familiar y de gestión de lo social a nivel comunitario. Y esta afirmación es válida posiblemente para todos los estadíos de la historia de la humanidad, excepto cuando las y los seres humanos convivíamos en sociedades matrísticas.
Todos los indicadores sociales, políticos y económicos lanzan señales claras de que la división social del trabajo se ha ido modificando en los espacios públicos, pero que siempre se sostiene sobre la base de una división sexual del trabajo que sufre pocos cambios en las denominadas esferas privadas, pero que sigue siendo un elemento organizador de la participación de las mujeres en la esfera pública y no sólo en la privada. Y que finalmente continúa gobernando los imaginarios personales y colectivos en todos los ámbitos de la vida y especialmente de lo económico.
Y aunque la mayor parte de las organizaciones de mujeres y feministas, especialmente áquellas que se desempeñan en los niveles territoriales, siguen teniendo como prioridad el impulso de iniciativas de generación de ingresos para las mujeres, se va afirmando la urgencia de retomar los procesos de formación política de las mujeres.
Ya no basta idear metodologías y abordajes políticos y pedagógicos para politizar las microempresas, los microemprendimientos, los microcréditos y hasta la formulación de políticas públicas para las mujeres en el campo económico. Tampoco es suficiente tratar de repensar esquemas organizativos renovados que se superpongan en esas iniciativas de generación de ingresos con visiones feministas.
Porque las lógicas del neoliberalismo y del patriarcado van pervirtiendo todos estos esfuerzos y organizándolos armónicamente en la dirección del plus trabajo de las mujeres y del progresivo desapego de nuestras necesidades materiales y espirituales. Afirmándonos como seres para otros, para otras y para el mercado.
Las sospechas nos vienen de lo que vamos viendo en la vida de las mujeres. De lo que vamos escuchando. Por ejemplo, en una actividad mesoamericana de formación en economía feminista, cuando en colectivo buscábamos claves para romper nuestros encadenamientos patriarcales y neoliberales desde la dimensión económica de la vida, una de las participantes visualizaba como transgresión máxima el irse de compras sin que el marido lo supiera y hacerse de una relación extramarital. Dos opciones supremamente conservadoras y finalmente legitimadoras de nuestros encadenamientos neoliberales y patriarcales. Opciones perversas, porque como lobos vestidos con piel de oveja, nos confunden y desorientan nuestros esfuerzos liberadores y de transgresión.
En otras palabras, es hora de sospechar y de desconfiar de opciones que nos llevan a integrarnos sin más al mercado de trabajo, como estrategia para construir empoderamiento y autonomía.
Y esto no significa que no tengamos en nuestro corazón, los afanes y pesares de millones de mujeres que en nuestra Mesoamérica están en la línea de pobreza y debajo de ella. Entendemos en nuestra mente y en nuestro corazón, que no podemos abandonar la búsqueda de alternativas económicas y de generación de ingresos que resuelvan la vida cotidiana de todas ellas. Sin embargo, también vamos comprendiendo que la búsqueda de alternativas económicas tiene que hacerse con una “mirada larga” que nos permita caminar y que no sacrifique el presente en función de un futuro, que en esas condiciones nunca llegará.
Porque a la postre, lo que vamos descubriendo y finalmente acompañando son grandes contingentes de mujeres que han aumentado su carga total de trabajo, que no han crecido en el manejo de nuevas tecnologías, que no reciben una remuneración justa por el trabajo que realizan y que tampoco logran avanzar en su autonomía económica. Los dineros de todas estas mujeres siguen siendo pocos, pequeños e invisibilizados, como también lo es su autonomía. En contraste con su trabajo, que es grande, es mucho y también es invisibilizado. Así como los límites de su accionar, los cuáles siempre están muy cercanos al cuidado de la vida familiar. Por eso, también su dinero es poco…
Los millones de mujeres mesoamericanas que habitan el sector informal en países como Honduras y Nicaragua; que dejan su salud y estabilidad en la maquila textil y electrónica en toda la región, son mujeres que trabajan mucho, que ganan poco. Son mujeres que trabajan en lo público y en lo privado.
... Ciertamente las mujeres necesitamos comprender qué es la macroeconomía y por qué a nosotras siempre se nos ubica en la microeconomía.
Indagar con curiosidad sobre el mercado de trabajo y sus características y sobre la ubicación de las mujeres en el mismo no deja de ser una tarea urgente. Lo mismo que el conocimiento de la legislación laboral y todo lo relacionado con las denominadas políticas económicas. Indiscutiblemente puede ser de mucha importancia comprender conceptos como los de déficit fiscal, balanza de pagos, producto interno bruto y producto nacional bruto, ingreso per cápita, inflación y deflación, política tributaria y muchas cosas más.
Sin embargo nuestras intuiciones nos van indicando, que la visión crítica de todos esos contenidos y de todas esas dimensiones de la vida económica sobre todo cuando está reducida a la esfera mercantil, sustenta más, es más nutritiva y estimula una apropiación más integral por parte de las mujeres, si se hace desde la mirada de la economía feminista.
...Nuestra apuesta se encamina más bien a construir contradiscurso desde una mirada amplia de la economía, que la relaciona con el cuidado de la vida en todas las esferas de la vida social. Y desde la cuál, la economía recupera el sentido de “administración de la casa”, de administración del oikos. Y no como la producción de bienes y servicios para el intercambio en el mercado. Desde ahí, el cuestionamiento de enfoques como los de conciliación entre vida familiar y laboral, por sus características funcionales, sustentadoras y reproductoras de la división sexual del trabajo y de des-cuido de la vida en todas sus formas.
El abordaje de la dimensión económica de la vida de las mujeres desde la economía feminista, nos ha permitido alimentar una visión antisistémica de la sociedad en su conjunto, poniendo el corazón en el análisis crítico del trabajo de las mujeres y en la perspectiva de los cuidados. Tal como menciona Amaia Pérez Orozco, la perspectiva de los cuidados es al ámbito económico lo que la afirmación de que lo personal es político es al feminismo.
Cuidados y trabajo han sido dos claves fundamentales en estos procesos de formación. Han permitido develar dimensiones personales y colectivas profundas de nuestros vínculos con el neoliberalismo y el patriarcado.
Por ejemplo, reflexionar sobre cómo el ámbito del consumo y del uso del tiempo libre nos atan estructuralmente al sistema neoliberal y patriarcal. Ordinariamente estas dimensiones de la experiencia no son sometidas a visiones críticas, ya que se les ubica en el orden de lo privado.
En esta misma línea, el develamiento de la perversión encubridora de visiones patriarcales bipolares, maniqueas y excluyentes que dividen lo público y privado, lo productivo y lo reproductivo, lo personal y lo colectivo y esconden la continuidad y contiguidad entre esas dimensiones de la vida. Estas miradas son pobres y empobrecen.
En estos procesos de formación se afirma la necesidad de colocar el cuidado de la vida en el centro de lo político, lo económico, lo social y lo cultural, así como el cuestionamiento de la identificación de la calidad de vida con la capacidad de consumo.
Mirar el mundo todo como “economía”, implica denunciar la invisibilización del valor del trabajo de cuidado de la vida y la reducción del valor del trabajo a lo remunerado. De ahí, el valor estratégico para las mujeres del reconocimiento del valor económico y el aporte social del trabajo doméstico remunerado. El valor civilizatorio de este reconocimiento, no sólo para las amas de casa y las trabajadoras domésticas, sino para todas las mujeres.
Esta mirada crítica de la economía y de la vida, desde la economía feminista, supone reconocer que la división sexual del trabajo se ha remozado en esta fase del capitalismo neoliberal y que sigue articulando todos los ámbitos de la vida social y no sólo la dimensión “privada” de la vida. De aquí se derivan importantes desafíos pedagógicos y metodológicos para los procesos de formación política de mujeres, ya que se requiere de instrumentos y abordajes teóricos que permitan a las mujeres develar el carácter articulador de esta institución central del patriarcado no sólo en la vida cotidiana sino en el ámbito que llamamos “público”. Este ámbito aparece como perversamente neutro con respecto a la división sexual del trabajo y de ahí, la urgencia estratégica de traslucir su presencia y reconstruirla.Documento completo Formación política de mujeres en Mesoamérica ¿Para el mercado o desde el cuidado?
http://www.feminismos.info/entry/content/188/Ponencia_Ana_Felicia_Torres.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario